Cuando los niños se enfrentan con emociones humanas difíciles de manejar, necesitan ayuda para aprender a hacerlo. Los momentos de conflicto son el momento de enseñar inteligencia emocional a nuestros hijos. Significa ayudarles a desarrollar las habilidades para calmarse, regular sus emociones y llevarse bien con los demás.

Existen formas de fomentar el manejo de las emociones para que puedan desarrollar un cerebro más inteligente en este aspecto. Las siguientes pautas pueden guiar tanto a padres como a educadores para emplearlas en el día a día.

1. Ver las necesidades y sentimientos 

Los niños quieren tener interacciones felices y cálidas con los adultos que le rodean. Los malos comportamientos provienen de sentimientos abrumadores o necesidades insatisfechas. Si no se abordan estallarán más adelante generando otras actitudes problemáticas.

Enseñar inteligencia emocional a los niños es un proceso alentador en el que aprenden a articular sus necesidades. Cuando respondemos a sus necesidades, conectando o sintonizando con su experiencia interna, les aportamos un lenguaje con el que poder expresar lo que les pasa.

Son muy útiles los refuerzos positivos como “parece que quieres hacer esto tú solamente; sé que estás teniendo un momento difícil esta mañana”. Enseñar inteligencia emocional les ayuda a comprenderse, y aprenden a defenderse de una manera apropiada.

2. Aceptar todas las emociones

Incluso cuando el comportamiento sea inadecuado, hay que dejarles expresar sus sentimientos. Por supuesto, hay que limitar las acciones de los niños si son peligrosas o no son correctas. Tirar la comida al suelo, pegar a su hermano o un compañero, o jugar toda la noche son conductas inaceptables.

Si la actitud de los hijos excede el nivel de comodidad de los padres, hay que poner un límite. Pero incluso cuando se limita un comportamiento, hay que permitir que el niño manifieste sus emociones, incluyendo la decepción o el enfado. Son la válvula de escape que les da la naturaleza para expresar sus emociones.

Después de la tormenta es el momento de enseñar, no durante. El niño estará más afectuoso y cooperativo. Aprenderá a desarrollar su capacidad de controlar las emociones sin dispararse. Cuando pueden controlar lo que sienten, pueden regular su comportamiento.

3. Controlar nuestras emociones

Los niños no siempre harán lo que los adultos dicen, pero con el tiempo, harán lo que estos hacen. Los niños aprenden a gestionar sus emociones como lo hacemos nosotros. Por eso cuando mantenemos la calma, les estamos enseñando que es posible tener una actitud correcta.

Mantener la sensación propia de bienestar es una de las responsabilidades más importantes de la crianza de los hijos. La mayoría de los padres lo llevamos bien hasta que nuestro hijo molesta. Es fundamental no perder la calma y entender el punto de vista del niño. No hay razón para culpar o castigar, pero sí hay que establecer unos límites firmes con empatía.

4. Recordar que la ira es una defensa

Enseñar inteligencia emocional ayuda a los niños a conocer sus emociones. Cuando manifiestan su ira, están expresando una defensa contra las emociones más profundas como el miedo, el dolor, o la tristeza.

Reconocer con empatía la irá del niño hacia esas emociones más profundas hará que la furia desaparezca. Dejar que sepa que no es una mala persona por sentir rabia le permite aceptar su enfado como algo normal, y a moverse fuera de él en lugar de quedarse atrapado.

5. No tomar el enfado como algo personal

Los niños experimentan grandes emociones durante su desarrollo. Cuando están luchando por entender sus sentimientos no es el momento de tomar represalias. No se trata de ti, incluso aunque te esté increpando. No hay que tomárselo como algo personal.

Sus sentimientos son confusos y tiene dificultades para controlarlos. A esto se añade su capacidad inmadura de comprender y de expresar sus emociones. Enseñar inteligencia emocional implica respirar hondo, ponerse en su lugar e intentar verlo desde su punto de vista.

Ellos todavía no tienen recursos internos para manejar sus emociones, pero los adultos sí las tenemos. Nuestro trabajo es intentar calmar la tormenta emocional, no aumentarla. Es una forma de ser emocionalmente generosos con los niños.

A la mayoría nos cuesta lidiar con nuestros propios sentimientos como para tolerar los comportamientos indisciplinados de los niños. Aunque es ese amor incondicional el que necesitan para prosperar. Los adultos tenemos la oportunidad de crecer en inteligencia emocional nosotros mismos, siendo personas más felices y relacionándonos de una manera más saludable.

La importancia de enseñar inteligencia emocional a los niños y niñas para que puedan controlar sus emociones

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